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Tonicruz

Primavera

Flores y un beso. Sol. Dos que cantan mirándose el ombligo, emblesados. Un topicazo perpetuo de sentimientos profundos. Un joi de vivre triunfante. Satisfacción. La primavera, sinónimo para los alérgicos de pañuelos al viento y mocos al ciento, ha llegado. Con fuerza, con ganas. Desbordante de plenitud por lo empapados de los meses que la regaron. Poderosa, eleva las temperaturas, el estado vital y hasta el frenesí sexual. Los animales copulan como humanos, los humanos copulan como animales. Y el que no puede, lo busca.

Si la belleza es algo tan intangible como la ausencia de dolor -eso opina Punset- y el placer -según Savater- es algo antitemporal, la primavera es una anestesia imperecedera. Una confusióna armoniosa de olores, sabores y deseos. Azahar que huele a flor por desflorar. Impaciencia.

Los cuerpos se tuestan bajo el primer calor, que siempre es agradecido y generoso. Llegan las rebequitas ligeras, los escotes pesados, las faldas cortas y las miradas largas. Llega el canto con el que se da el santo.

Muchas veces no he apreciado en su justa medida la primavera. Ahora que ya he penetrado en la primavera tardía de mi vida la vivo como en un afortunado paralelismo. Y la gozo.

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