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Tonicruz

Tiempo y destino

¿Cuánto duran seis días? ¿Un minuto? ¿Una vida? ¿Dos? Creo que, a veces, el tiempo es una unidad ingobernable. Soberana. Un objeto que, por mucho que uno pretenda, vaga por una dimensión completamente diferente a la de los hombres. Mejor, supongo.

Por eso, sumido como he estado en una semana absolutamente singular, hoy -domingo, creo- no soy capaz de discernir entre presente, pasado o futuro. Matizo, únicamente separo con suma crudeza y hasta con inocultable satisfacción, el ayer del hoy (y ojalá del mañana también).

En Fuengirola, durante estos días, he (re)conocido muchas cosas. La amistad. Fundamental. Ese elemento que separa grano de paja entre las personas. Cimentada en horas buenas y en segundos bajos. En momentos de suprema felicidad. Que emborracha sin alcohol en cenas inacabables e inolvidables. Sagradas combinaciones de doce paganos apóstoles y un accidentado Redentor.

Una fraternidad que seduce y embruja los sentidos. Eterna si es buena (como, presumo y deseo, la verdadera que siempre será por la que yo abogue). Inquebrantable, sin esfuerzo, al paso de los días. Ajena y propia (por aquello de la santa gente a la que siempre hermana la botella y pasan de amigos a hermanos en un nanosegundo) al propio transcurrir de los años.

Pero sobre todo en esta semana he (re)conocido y he puesto cara al destino. Otra suerte suprema que existe. Sin duda. Cambiante y casquivano. Injusto y certero. Caprichoso siempre. Quien no crea en él es que apenas ha vivido. O que ha vivido tanto ya que no tiene tiempo para suspirar, puede que porque ya no se lo merezca.

Cinco años no son nada-y volvemos a hablar del tiempo- cuando luego lo pueden significar todo gracias a un cruce de miradas. A un encontronazo vibrante y chisposo. Un lustro, un segundo. Tiempo apilado en un rincón de la memoria. Tiempo que se contrae para estallar en un instante. Es, otra vez, la controvertida voluntad del juguetón Cronos.

Y te he (re)conocido para bien a ti, que seguro que me leerás. Y también a ti, que dudo que me leas.

 

3 comentarios

Kiara Glez -

Me siento completamente idenficada con las sensaciones que describes. Supongo que es algo común que nos ocurre a los que tenemos un segundo "hogar" en la playita desde la infancia. Cada vez que estoy en mi Benidorm "natal" pierdo la noción del tiempo. El reencuentro con los amigos de verano y la magia del mar hacen que me invada un sentimiento especial, que se esfuma de un plumazo cuando vuelvo de nuevo a la realidad..

musoken -

Solo puedo añadir que la duración de un minuto depende del lado de la puerta del cuarto de baño en la que te encuentres.

invitadodeinvierno -

La única razón por la que existe el tiempo es para que no ocurra todo a la vez.

Y no hay destino: cada hombre construye su propia suerte.