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Bronx, contrastes

Hoy concertamos una excursion (sigo sin acentos ni enyes) llamada Contrastes. La gracia del asunto consiste en recorrer aquellas zonas de Nueva York (en autobus, por supuesto) mas lejanas del lujoso Manhattan. Las que no se ven si no se quieren ver. Las que no brillan tanto.

Otro licenciado dirigio la expedicion. Quien mejor, y explico enlazando con lo de ayer: todos los guias que hemos conocido en el periplo americano han sido latinos. Un argentino, un colombiano y dos mexicanos. Especialmente gracioso el jubilata que nos enseno Washington. Era lo mas parecido a un abuelo cebolleta, pero con gorra a lo Mickey Rooney. No paraba de llamarnos a todos licenciados. Y a aquel que era abogado, abogadazo. Detestaba, por cierto, a Dali y a casi todo lo que tuviese menos de cuarenta anos. Era un cachondo. Cansaba.

Hoy pasamos la calle 96. La frontera. Hasta ella, glamour, plenipotenciaros a los que (literal) les construyeron una avenida para su solaz y que pueden salir a su calle protegidos con un toldo verde para que un portero (todos los edificios tienen uno hasta ese numero) les haga todo el trabajo sucio. Algunos son tan snobs que prefieren encender una luz habilitada en la entrada del bloque cuando requieren un taxi. El primer cab amarillo que pase parara. La propina sera jugosa y lo saben.

Por eso mismo, sensu contrario, no se ven taxis en Nueva York mas alla de la 96. A partir de ese momento se pasa de una renta per capita de medio millon de dolares a otra de 25 mil. De unos cables electricos ocultos a otros ornados con cientos de zapatillas de deportes  (cuentan que son el sacrificio para entrar en una pandilla).

Cada barrio es un mundo. Bronx no acojona de dia. Peores son (con perdon) las tres mil de Sevilla y la Torremolinos de Cordoba. Graffitis reivindicativos y bellos. Negritud. Solo algun que otro coche quemado y las rejas de los colegios (en todas las ventanas) recuerdan lo que realmente flota en el ambiente. Giuliani hizo bien su trabajo. Con celo. Limpio tanto que, por sus ansias, no pudo evitar que un grupo de polis recien licenciados se cargaran a algun que otro inocente. Las paredes del Bronx les recuerdan por igual. A ellos y a los que abogan por seguir traficando con crack.

Queens es odiado por los neoyorquinos. Sobre todo porque no parece Nueva York (al menos una parte). Casitas unifamiliares. Quietud. Aburrimiento. Un clasismo burgues que no pega nada con la ciudad en la que se confunden las clases por obligacion. Como en perfecta simbiosis. Se necesitan. Los apaticos gordos mentales de una parte de ese sector piden hasta los antecedentes policiales para dejar entrar a vivir a un nuevo vecino.

Hay otro Queens. El latino. Comer en Cositas Ricas y pasear bajo un metro incensante que impide mantener conversaciones superiores a los cinco minutos sin dejar de hablar. Aquello huele a frijol. Veo a Jennifer Lopez por todas partes en decenas de academias de baile. Me gusta esa zona, nada que ver con lo que estamos acostumbrados a imaginar en Espana de ellos.

De Brooklyn me quedo con Williamsburg. Entre otras cosas porque, de la zona mas extensa y poblada de la ciudad, solo te ensenan ese barrio hasidico. Es decir, el de los judios integristas. Tirabuzones, kippah (desconozco su plural) por un tubo y mujeres con peluca para no mostrar su obligatoria calva (eso las casadas, a las que obligan a raparse para matar todo vicio). Visten ellos y ellas como los polacos de hace dos siglos y pico. Compran y venden joyas. Son ricos casi todos. Pero os puedo prometer que era la zona mas sucia de toda la ciudad.

El contraste, los contrastes, no se ven entonces. Sucede que luego, al pasar por el inmenso hueco dejado por las Torres Gemelas, hay unos grandes (enormes) almacenes llamados Century 21. Son propiedad, que cosas, de judios hasidicos. La gente abandona sus escrupulos, pudor y varios sueldos en ellos. Nunca estan vacios. Compre hasta saciarme y sigo teniendo sed. Pasee por la quinta, compre mas y sigo teniendo hambre. Hemos llenado una maleta mas y no somos capaces de decir basta.

Esta claro: el gran contraste somos nosotros. Los conejillos de indias. Seguimos asimilando. A marchas forzadas.

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