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Tonicruz

Rutina

Los hay rutinófilos. Gente que confía su vida en seguir con su triste día a día sin más. En ver los minutos pasar delante de sus ojos con vergonzosa indiferencia. Personas que no conciben su existencia más allá de unos límites estipulados por lo convencional. Que apuestan a ganador seguro porque se sienten vencedores de la mediocridad. Tristes jornaleros de la nada. Lascivos babosos. Hormiguitas de un sistema putrefacto que recompensa su deslomamiento con una cena entre semana, unas copas con sus otros compadres rutinófilos y un polvo semanal. Siempre teniendo enfrente la misma cara desangelada y mustia que apenas siente ni padece. Que ya ni le gusta, que ya ni recuerda el motivo por el cual se casó con ella y a la que, por olvidarla, llega a pagar de vez y en cuando y con secretismo los servicios de una ramera. Con otra cara.

Líneas rectas que conducen al coma y a la melancolía. Flor marchita. Que padece. Que perece. Que nunca, por insignificante y futil, existió.

En aquel inolvidable Instantes, qué más da que lo escribiese Borges o no, su autor confesaba que si pudiera vivir nuevamente "tomaría muy pocas cosas con seriedad, correría más riesgos". Y terminaba aquel bellísimo texto diciendo: "pero ya ven que tengo 85 años.. y sé que me estoy muriendo". En eso se equivocaba. Hoy sigue vivo en muerte. El rutinófilo sigue muerto en vida.

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