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Tonicruz

Los octavos

Llegó la muerte súbita. El orgasmo (los franceses lo llaman, de hecho, petit mort) de este deporte de emociones. Cara a cara dos equipos, dos naciones en duelo al sol o bajo la lluvia. Sin mediadores. Sin condicionantes. Con el destino y el orgullo propio y ajeno como testigos. Y, desgraciadamente, con árbitros para vigilarles. Los octavos de final de este campeonato han estado marcados por la desigualdad entre las selecciones con historia y el resto pero, sobre todo, por varias decisiones polémicas de los de negro. Matizo: Polémicas hubieran sido si existiera controversia en y por ellas. Tanto el gol no concedido a Inglaterra como el sí regalado a Argentina, los dos en un mismo domingo oscuro, pasarán al álbum de los Mundiales como dos sucesos inexplicables. De cualquier modo, tal vez la inclusión de la tecnología zanjaría muchas injusticias pero, qué duda cabe, limitaría muchos debates bizantinos en los que millones de sesudos expertos dan su certera opinión de por qué tal y cual árbitro optó por pitar lo que pitó. La FIFA, esa Multinacional inescrutable, sabrá.

La ilusión de los outsiders

Se conformó una parte del cuadro que lleva a la final con cuatro equipos sorprendentes que jugarían una suerte de eliminatoria para convertirse en el grupo revelación. Dos ya han roto su cántaro de ilusiones. En el Uruguay-Corea del Sur se vivió una trepidante segunda mitad. Los sudamericanos, a base de solera y oficio, supieron nadar y guardar la ropa durante bastante tiempo pero su rival fue capaz de igualar tirando de su portentoso físico y su inquebrantable moral. Luis Suárez, jugador del mítico Ajax que está revalorizando su precio en este torneo, coló su segundo gol del encuentro y le dio a su país sus primeros cuartos desde, ojo, 1970. Demasiado tiempo. Se medirá a Ghana, la última esperanza africana. Los de Rajevac necesitaron de una prórroga para doblegar a los irredentos norteamericanos. Una vez más, Bradley tuvo que apelar a una remontada heroica para mantener viva a su escuadra y casi lo consiguió. Únicamente un golazo de Gyan marcó la diferencia. Ghana será un tremendo rival para Uruguay en unos cuartos de pronóstico muy incierto porque ambos han hecho gala de un orden ejemplar como base para llegar hasta donde han llegado. Por cierto, Obama mientras veía el partido de su selección dijo que eso “le estaba matando los nervios”. Es buena noticia que vaya sintiendo cosas con este deporte que, por supuesto, desconoce por completo.

Vergüenza o esencia

El domingo tronó en Sudáfrica. Jugaban Inglaterra y Alemania, en un fabuloso enfrentamiento. Los germanos demostraron ser mejores en general y vencieron 4-1 gracias a una exhibición de talento de sus figuras Müller, Özil y Klose. Sin embargo, el choque pasará a la historia por el clamoroso error del auxiliar del árbitro uruguayo Larrionda. Que no observase cómo un disparo de Lampard entraba por la distancia “de un perro muerto, de un salmón, de un bastón…” (según contó luego un cachondo narrador de cuatro) fue grave. Tuvo que verlo, pero tal vez no quiso. En todo caso, claro, Capello se parapetó en esa injusticia (mejor no hablar de lo del 66) para, en parte, justificar la pobrísima actuación de su equipo en el torneo. Un grupo con tantísimos buenos futbolistas –acaso y junto a España con el mejor centro del campo- no debe irse tan pronto de esta competición y de esa manera. Alemania, por otra parte, sigue demostrando su gran tono. Es favorita, a mi juicio, ante Argentina. Y lo es, en gran medida, porque los de Maradona aún no han tenido que sufrir. Pasaron la primera fase sin encontrar rivales y en octavos se topó con un gol regalado ante México que decantó el choque. Hasta ese momento, un sensacional Salcido y un completo Guardado estaban dando guerra dignamente. En el nuevo encuentro, los de Aguirre se hundieron. Será, pues, una eliminatoria de cuartos sin tregua, con el recuerdo de lo que pasó hace cuatro años en Berlín (entonces Alemania era peor y pasó) y marcada por la polémica. La Fifa, por cierto, zanjó el tema prohibiendo las repeticiones de los goles en los videomarcadores. Muerto el perro…

Una jornada aburrida

No me gustaron los partidos del lunes. Ni el Holanda-Eslovaquia ni el Brasil-Chile respondieron a las expectativas de unos octavos de este tipo de competición. Considero que la clave de estas eliminatorias radica en la incertidumbre evidente. En la igualdad. Pues bien, en ambos duelos hubo una desigualdad mayúscula entre los contendientes. Los neerlandeses no tuvieron casi oposición en los eslovacos. Si acaso, en un ratito de la segunda parte y porque el marcador seguía sin decantarse. Entonces, Vittek falló dos ocasiones claras y ahí se corroboró que sería imposible una victoria del verdugo de Italia. Lo mejor del choque fue la comprobación de que definitivamente Robben –que marcó- está en este Mundial. Brasil –que será otro bailar para Holanda en cuartos- pasó sin correr ante Chile. Bueno, corrijo, sudar sudaron mucho porque con Dunga tienen que hacerlo todos sus futbolistas. Espectacular la labor de Alves, de Robinho, de Maicon, de Juan. Su progresión como equipo y su solidez hacen que la canarinha sea-ahora mismo- la primera en las apuestas de casi todos. Es como la de siempre, pero con un toque que recuerda a la del 94. Como un coche alemán con motor italiano. Por cierto, Chile...como una caja de bombones sin abrir. Decepcionante.

España vuelve por momentos

Desde la subjetividad de mis letras, una emoción. España no pasaba ganando un partido a cuartos de un Mundial desde 1994. Ante Portugal, más piedra que mármol, reapareció una versión agradable. Un lucido y primoroso juego de control de balón que desespera a Job. Cristiano languideció al ritmo que Villa le marcaba. Lo más paradójico es que en la victoria tuvo mucho que ver la entrada de un gigantón llamado Llorente que rombió los esquemas de Queiroz. Suya es ahora la gloria y suyo también la recuperada aureola de favorita. Más si se tiene en cuenta que su rival de cuartos será Paraguay, un conjunto que exhibió más carencias que virtudes ante Japón. No defienden tan bien como en el 98 -con Gamarra, Arce y compañía- ni sus atacantes generan un caudal ofensivo para asustar. Pero, ojo, no eran mucho mejores la Bélgica del 86 ni la Corea del Sur de 2002. Y ya nos hicieron llorar.

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