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Las noticias de Saturnalia

Con la llegada del invierno la gente se harta de beber y comer más por vocación que por obligación. Compramos compulsivamente como si el mañana no tuviese cabida en el hoy y, en suma, buscamos el calor que el clima nos niega en bienes materiales con los que –se supone- haremos en algún futuro no muy lejano carbón natural cuando el clima se nos joda definitivamente y censuren el uso del petróleo.

También cuando se aproxima Saturnalia los que deciden sobre qué se ha de informar se toman un mes sabático y abusan del espectador con las mismas y manidas cuestiones a cual más exasperante.

 

Por orden y sin concierto, la primera que llega es en la que reporteros-pingüinos ateridos, cuentan a los atónitos espectadores que, en invierno y en zonas de cierta altitud, nieva. Descartes se hubiera maravillado comprobando cuántos fieles seguidores arrastran sus teorías. Para certificar, pues, que efectivamente la nieve es blanca y está fría, envían a unos pobreticos (uno que hace como que trabaja de periodista les compadece mucho más) a tartamudear, mostrar sus pálidos rostros e incluso a retozar en el manto haciendo “angelitos” (¿?¿?) para el regocijo de unos jefes que, desde el bochorno de sus platós, paladean el placer del buen enchufe (o el buen esfuerzo, los menos). Algún día la noticia será que una de esas criaturas mal pagadas y peor pertrechadas fallezca de hipotermia en cualquier descampado de Burgos, Calamocha o Sotillo del Rincón (lugares, por cierto, que las cámaras sólo visitan por cuestiones meteorológicas desgraciadamente).

 

 

Luego llegará, ya mismo, la segunda de las grandes noticias de esta época: El gordo. Entrevistas preparadas o vía canutazo (término periodístico que se puede traducir como “en plan informal”) con agraciados que riegan de champán (¿hay alguna celebración más hortera?) a los plumillas, curiosos y aviesos banqueros que se aprestan a sacar el partido que puedan. Molesta, a mí al menos me pasa, comprobar cómo mi familia, mis amigos o yo mismo hemos sufragado tal celebración con nuestras legítimas aspiraciones para que otros lo celebren (es lo que se conoce como envidia). Una noticia que podría resolverse fácilmente contando las insufribles anécdotas de los niños de San Ildefonso y enumerando los décimos que llevan chicha.

 

Por cierto, y es la tercera y llegará después de los Reyes Magos, y hablando de chicha. La última de las informaciones que atascan los noticiarios al acabar las fiestas es la preocupación de los españoles por recuperar la línea después de haberse zampado –léase el primer párrafo- el manso en mil convites y dos mil piscolabis. No faltará la típica imagen de ama de casa fanegosa con bata de boatiné que se queja de tanto exceso y, como contrapunto, la de la fibrosa y deliciosa madura que aconseja a los televidentes la dieta de la alcachofa y que se compren un chándal.

 

Sea como fuera, confío, espero y deseo que todas esas informaciones las viváis –estimados amigos y amigas- en la mejor de las compañías que siempre es (y nunca me cansaré de repetirlo) siempre la más deseada. Feliz Saturnalia y que el año entrante les haga vivir algo nuevo, que para vivir lo viejo ya está el pesado pasado.

 

 

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