Temporalidad y estupidez
Después de un periodo sabático retomo mis encuentros conmigo mismo -prácticamente soy el único que me leo y eso me agrada particularmente porque no tengo así quien ponga en duda mi opinión- con un pensamiento sobre la temporalidad del amor, de los sentimientos y de la felicidad.
Hace cuatro siglos era absolutamente común, sobre todo en los Balcanes ocupados por la Sublime Puerta Otomana, que los comerciantes europeos que arribasen a esas tierras ignotas y menos evolucionadas entonces contrayesen matrimonio con las hijas más jóvenes de familias musulmanas (e incluso católicas). Era un matrimonio temporal. La joven esposa -normalmente rondaban a duras penas la pubertad- se comprometía a cambio de una buena dote a serl fiel a su adinerado marido durante el tiempo que él pasase en su región. Una vez que se fuera, la mujer quedaba enriquecida en lo personal y en lo económico y sin ningún estigma que la comprometiese con su comunidad (es más, quedaba en un estatus como de viuda y solía contraer matrimonio posterior con su verdadero amor gracias al dinero conseguido en su primer enlace).
Bien. Córdoba en el presente. Aún hoy hay mujeres que se creen eso de que el amor es eterno y incuestionable. Que un "no" equivale a un quizás. A un "podría ser". Que son ellas -y nunca ellos- los dueños del destino de ambos dos miembros de la pareja. Se equivocan al no pretender quedarse, simplemente y eso no es poco, con lo que de enriquecidas salgan de su propio pasado. Así, se permiten negar el saludo, como si haciéndolo causasen dolor. No lo consiguen. Antes bien, muestran su propia debilidad. Su fragilidad anímica y su pobre autoestima. Allá ellas.
Otras son, simplemente, estúpidas. Pretenden -os juro que es así- hacerse dueñas del terreno por el que pisan y conquistarlo como poniendo su bandera. Son capaces -es verídico y literal- de apropiarse de su propio entorno con frases como: "Iros de aquí". A esas, las que causan verdadero pánico entre los calzonazos y labran una fama colectiva muy negra, habría que hacerles sentir el desprecio más absoluto. La vergüenza. El pánico al vacío y a la propia falta de autoestima. Estúpidas. Engreídas. Enlacadas furcias de poco fuste y menos realengo. Que os den.
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? A mí no me miréis. Yo únicamente estoy aquí para dejaros pensar libremente. No me pidáis justificación.
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Invitadodeinvierno -
Toni Cruz -
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