Blogia
Tonicruz

Praga

Praga cierra sus ojos lentamente. Deja caer un párpado teñido de rosa por encima del Moldava y sueña alumbrada por neón y estrellas. Pero nunca duerme, porque sobre ella caminan, consternados, embobados, cientos de miles de visitantes. Gente que engulle patos y helados italianos. Que beben con religiosa vehemencia y por onzas Staropramen, Velvet y Budweiser. También miran mucho al cielo y a la tierra. Y al cielo en la tierra. Porque en Praga Venus vence. Demasiadas semidiosas por la pasarela que inventó el gran Carlos. Sus leñadores-paisanos languidecen a su lado. Parecen de otra especie menor. Sudan y huelen como humanos todo lo que ellas, por su única hermosura, destilan en forma de perfumes sofisticados. En Praga las vidrieras confunden los colores. Kafka confunde también los colores desde su casita de enano en la calleja del oro. Y las formas. Alguien, o algo, quiere que el reloj astronómico de la antigua plaza no alardee. El maestro que lo diseñó, ciego aún, es travieso. A Praga uno llega católico y vuelve judío. O husita. O agnóstico. O atemporal. Uno acaba creyendo, allí, que no es sino una mísera tesela en el mosaico humano diseñado para su decoración estival. El hombre hecho nada por la sublimación de su propia obra. Turistas empeñados y empañados. Flashes. Alguien mira hacia arriba, apunta, señala y proclama la llegada de la noche. Y entonces Praga vuelve a cerrar sus ojos rosas. Hasta otra.

2 comentarios

invitadodeinvierno -

Estuve en Praha (así lo escriben ellos) hace mucho tiempo, y me traje una música en mi cabeza a la que no he podido todavía dar forma definitiva (por eso duerme el sueño de los justos en una carpeta de mi ordenador). Espero poder compartirla pronto con otros que han estado en la ciudad de las cien agujas, que también se habrán traído algo y, con toda seguridad, se habrán dejado algo allí, cualquier cosa que sirva de excusa para volver...

José Luis Pineda -

Estuve en Praga en el verano de 2007 y pasé mucho frío.

En Praga conocí a una americana que podría haber sido mi madre con una impresionante historia detrás. Tan grande que empequeñeció un poco la grandiosidad de Praga, o por lo menos mitigó aquel frío.

En Praga pensé mucho en Kafka aunque curisamente en aquellos tiempos leía mucho a Kundera.

En Praga soñaba con envidia la vida de la que hoy dispongo y hoy recuerdo con nostalgia aquellos paseos solitarios, el frío, la literatura, lo desconocido, las pequeñas grandes historias.

Me ha gustado tu artículo, tb el del córdoba, con el que no puedo estar más de acuerdo.

Saludos,
José Luis.