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Tonicruz

Lo gratis

Llámenme pijo. Llámenme clasista. Llámenme snob. Odio lo gratis. No me gusta nada lo que todo el mundo busca por tener un coste cero. Detesto las aglomeraciones en pos de un pequeño caramelo, de una mierda pinchada en un palo o de un besito para el ego.

El viernes estuve en la Noche Blanca del flamenco. Un evento organizado para promocionar la capitalidad cultural de Córdoba. Yo no entiendo del tema. Iba por acompañar a quien tenía que acompañar. Y por curiosidad. Y, mecachis, porque era gratis, Aunque supongo que si hubiera costado algo no me hubiera importado acudir.

El espectáculo merecía la pena. Por concepto y por desarrollo. Era estético contemplar bellos enclaves de esta ciudad surcados de quejíos, de brazos al aire y de arte. Mucho.

Lo peor de todo, precisamente, es que los actos no costaban ni un euro. Allí había jubilatas ociosos y ociosas que -sobre todo ellas- empujaban a diestro y siniestro en las masificaciones para acercarse lo más posible a un escenario sobre el que veían cosas que no comprendían. Y las estropeaban con sus comentarios soeces y faltos de toda educación. Como también carecían totalmente de corrección los porretas y niños bien que hacían botellón ensuciándolo todo y armando barullo aprovechando, cobardes, la presencia de tan compacto gentío. Incluso padres irresponsables e impresentables torturaban a sus criaturas paseándolas en sus cochecitos por una atmósfera cercana a la hipoxia. Sádicos. Que se los requisen.

Por otra parte también había, simplemente, gorrones que acuden a todo lo que pueden para rapiñar su dosis de miseria. No porque no tengan, sino porque prefieren que parezca que no lo tienen. Muchos de esos visten de chaqueta y tienen cargos públicos. ¿He dicho muchos de esos? Cambien el muchos por el casi todos.

En fin, que no me gusta que me sumen en una masa sin  mi consentimiento. Y eso que me gusta ir al fútbol. Cosas que pasan.

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