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Tonicruz

El tuenti

Barra de bar. Coto de caza. El tuenti (siempre precedido del masculino singular) es una página web a la que únicamente se puede acceder por invitación de alguien ya inscrito. Intentaban sus creadores establecer cierto criterio clasista. Reservado el derecho de admisión.
Tuvieron éxito, ya que comenzó siendo una web para niños bien. Estar en el tuenti era tan símbolo de distinción como beber saphire o montar en mini. Los nombres a lo Borja Mari y los apellidos compuestos eran nota común. Las fotos, que ya entonces se colgaban, oscilaban entre el último viaje a Baqueira y la anterior farra etílica-sexual de Gabana o Pachá.
Sin embargo, la beta privada (así se llama técnicamente a este tipo de páginas) se fue democratizando. O canizando. Como prefieran. Comenzaron, como hordas, a entrar Vanessas, Joshuas y demás. Donde antes se veían escenas pastoriles y proyectos de furcias vestidas de Ralph Laurent ahora abundaban las imágenes de tipos enseñando bíceps con peinados corte cenicero y zarcillos. Y, claro, otra clase de mujeres-niñas con estampas tuneadas con flores y comentarios tipo “To-guapa, la + shula, o Mi prima/o”. Todos y todas pidiendo guerra.
Luego pasó lo de Marta del Castillo. Un día, al fin, un evento creado por alguien no era una absurdo pase para una barra libre o la enésima protesta contra el maltrato animal. La cosa iba en serio. Una chica tuenti había desaparecido. Y sus colegas hicieron que la red funcionase por una vez para algo que no fuera ligar o chafardear. La buscaron. Detuvieron a los (presuntos) culpables. Todas las claves estaban en el tuenti. Todos los implicados tenían su perfil y se mandaban mensajes públicos y privados. Como en un culebrón. El Carcaño (también necesario colocarle un artículo delante para cosificarlo) era un enganchado al cotarro. Como su víctima. Como casi todos los adolescentes y muchos maduritos y maduritas que exhiben sus fotos como trofeos de una vida pasada que se resisten a abandonar. Todos los medios de comunicación abrieron sus ojos al tuenti. Hubo quien lo demonizó, claro. Como hacen con todo lo que se pone de moda. Ya lo han vuelto a olvidar.
¿Que cómo sé tanto del tuenti? Porque, claro, yo también tengo mi página. Faltaría más. Y ahora mismo voy a darle al F5 para ver si he recibido algún mensaje nuevo.

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