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Tonicruz

Intenciones

El ser humano no se distingue por su color de piel. Ni por su condición económica. No importa si es hombre o mujer. Alto o bajo. Gordo o flaco. Lo que verdaderamente debería servir para valorar y enjuiciar a una persona es su actitud ante lo que está por venir. Sus intenciones.

La inmensa mayoría (ascetas quedan pocos en una sociedad tan consumista) anhelamos por encima de cualquier otra cosa su propia satisfacción. Por eso, lo que nos diferencia a los seres humanos es la vía por la que buscan paliar sus instintos más primarios (o más secundarios, toda vez que casi nadie en el primer mundo muere de hambre o sed).

Abunda lo ruín. Lo miserable. Lo maquiavélico, pero sin glamour. Porque si el genio italiano de "El Príncipe" levantara la cabeza y viera sus teorías aplicadas a un adjetivo que se prostituye sin parangón...puede que reescribiera su tratado.

Seres que tratan de trepar en su escala de placer a costa de medrar, manipular, conspirar y malmeter. Auténticos desgraciados que siempre, desgraciadamente, controlan cotas de poder mucho mayores a sus méritos y, por supuesto, infinitamente superiores a su catadura moral. En sus manos, tinta y orín. Olor a podrido y a sucio. A dejadez de la sociedad que les permite (invita a ello) acumular a costa de quien realmente se lo merece.

Ser humano es una tarea complicada. Parecerlo mucho más sencillo.

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