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Tonicruz

Cerca, lejos

El presente ha aniquilado muchos conceptos del pasado y algunos otros del futuro. La poesía ha cedido su hueco a la leyenda. El cielo ha bajado a la tierra (el infierno también) y los ángeles se prostituyen en la televisión con el pudor de un cantinero añejo de puerto oscuro. En medio del caos tecnológico, si algo ha caracterizado con mayor intensidad esta época que cualquier otra cosa ha sido la eliminación de la distancia como concepto.

¿Qué está lejos ahora? Nada. El norte es el sur para lo que está más al norte. Lo que está más al sur que el sur, simplemente y por desgracia, ni cuenta. Pero nada queda a menos de un nanosegundo en la red global.

Y el amor y el sentimiento, que viajan de la mano a cada latido de alma, también quedan a tiro de piedra. Por eso, cada vez más gente prefiere comprometerse sin tener en cuenta los kilómetros. Por eso también, paradojas de la postmodernidad, cada vez más personas se separan viviendo juntas. O siguen unidas con una zanja imposible de superar entre ellos (hay camas que miden cien metros y en las que caben cuatro).

Las miradas furtivas son ahora guiños telefónicos. Los besos, sonrisas de dibujos animados. Los encuentros animales, retórica de voces que se entrelazan con desigual (o paralela) intención. La tendencia es que el corazón siga encogiendo. O, si no, que se retuerza como pitón en cuello, hasta ahogar al incauto que -en tiempos tan oscuros- se encadile con una idea metafísica. Por avisos, desde luego, no quedará. Querer está prohibído. Al menos como se quería antes de ayer.

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