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El Mini se les queda pequeño

 

(Artículo publicado en la sección El Otro partido, de El Día de Córdoba sobre el partido Barcelona B-Córdoba disputado el 1 de marzo) 

Una nota del 30 de noviembre de 1899 en un diario local mencionaba en un breve la constitución del Football Club Barcelona bajo el mecenazgo de Hans Gamper y la presidencia de Walter Wild. El breve apunte concluía con un augurio: “Deseamos muchas prosperidades a la naciente sociedad deportiva que, según noticias, se propone realizar frecuentes fiestas”. 

Era entonces el fútbol un deporte en pañales, sobre todo en España, y el formidable ejercicio de muchas generaciones culés ha permitido forjar un estilo y una personalidad incuestionable que atraviesa ahora, tal vez, el mejor momento de su historia. 

Uno se explica mejor la idiosincrasia del Barça paseando por los alrededores de su ciudad deportiva. El carrer del Collblanc, por ejemplo, ofrece un panorama casi provinciano. Casas bajitas y con mucho sabor, que se funden en el paisaje de golpe y porrazo ante las tres pirámides. Kefrén(el Mini Estadi), Micerinos (el Palau) y Keops (el colosal Nou Camp). La Massía, una antigua residencia payesa del siglo XVIII, resulta un conmovedor ejemplo de cómo conservar las raíces entre tanto hormigón armado. 

En todo este entramado, el Mini Estadi es una probeta. Un recinto en el que experimentar para los grandes. Aquí se ha generado la Renaixença futbolística que vive el primer equipo. Ayer la directiva culé quiso refrescar la memoria a los suyos rebajando las entradas de general a siete euros (los socios entran gratis) en una campaña llamada “Cuando vas al Mini, vas a ver al Barça”. Con toda la razón, porque los pequeños mueven la pelota a la misma velocidad. Cortan el viento y triangulan para desesperación del enemigo. Santifican el juego con sus piernas. Se les queda pequeño su Mini Estadi. 

Ante todo este glamour, ayer a los expedicionarios del Córdoba se les iluminaba la cara -incluso a los merengues- cuando se topaban con el escudo de la cruz de San Jordi y la Senyera. Por ejemplo Pepillo, el utilero, que se ponía de cuclillas para fotografiarse con el emblema barcelonista que está pintado al salir de los vestuarios.

 

Para otros muchos cordobesistas, sin embargo, el Barça no les impresiona porque forma parte de su día a día. Un compañero de prensa con el corazón crecido en Córdoba confesaba que ya lo tiene crudo para poner epítetos a las mil victorias de los blaugranas. Otros, los de la Peña Sangre Blanquiverde, coparon uno de los fondos con la mejor de las intenciones y la mayor de las discreciones. Aportaron colorido, pero sonar lo que se dice sonar sonaron bien poco. Tanto fue así que hasta un grupo de incondicionales del Barça (que eran muchísimos menos) les demandó que se decidieran a cantar de una vez.

 

Poco pudieron chillar y menos sonreír, porque el segundo equipo del primer equipo de su ciudad le dio un repaso monumental a los suyos. Les cayeron cuatro goles como cuatro suspiros. Al menos, les queda el consuelo de saber que Thiago, el que ayer llevaba el cuatro del filial, será dentro de poco uno de los mejores jugadores del mundo. De eso y de que para los suyos juega un niño llamado Fede Vico que comparte selección sub-17 con otro llamado Deulofeu y que ayer se estrenó de blaugrana. Es decir, que futuro hay para todos. A pesar de las sensaciones dejadas en todos los sentidos ayer en Barcelona

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