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Tonicruz

Ojalá lo fuera

Pasé muy de puntillas en mi último escrito sobre el tema del divorcio de Berlusconi, ese satirillo tropical y mediterráneo. El otro día, en El Mundo, pude leer una genial respuesta de la (supongo) ya ex del (in)dignatario. Un periodista, con cierta saña, le preguntó si alguna de las ninfas menores de edad a las que solía frecuentar el frescales de su marido pudiera ser sangre de la sangre del Cavaliere. Vamos, que no las cortejase con otros fines que los paterno-filiales. Ni corta ni perezosa, y acotando su contestación al que más daño de todos los posibles cuernos le hizo (el de una aspirante a todo de 18 recién cumplidos que llama 'Papi' a Berlusconi), dijo: "Ojalá lo fuera".

Cuánto contenido en tres palabras. Cuánto hastío vital concentrado en una frase tan corta. Cuánto anhelo muerto. Cuánta ironía. La Lario prefería un embarazo oculto antes que una relación a todas luces evidente. Un polvo pretérito a muchos lodos presentes.

Todo el mundo, en alguna ocasión, ha necesitado expresar su desesperación ante sus circunstancias mediante ese futuro condicional tan imperfecto. Yo, por razones que lo mismo no vienen al caso, me estoy empezando a acostumbrar a explicarme a base de "ojalá lo fuera". Ojalá lo fuera yo. Ojalá lo fuera otra. Ojalá...

Pero es mejor, de eso estoy seguro, vivir del ojalá que del quizás. Lo primero abre la puerta a la esperanza de que algo inevitablemente bueno va a llegar. Es el deseo de lo evidente. La simple espera de tiempos mejores en muchos aspectos. Lo segundo, el quizás, no encierra más que la miseria de la incertidumbre. La angustia del descontrol de la vida propia y de la ajena. La falta de perspectiva por lo incierto del presente.

Si tienen que responder a cualquier pregunta comprometida, hagan como la Lario. Incluyan en su réplica un buen "ojalá". Ganarán tiempo, prestigio y hasta se les subirá un poco la moral.

Y nunca, nunca, nunca...se queden en el "ojalá hubiera sido". Eso es de cobardes.

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