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Tonicruz

Semántica inútil

En estos últimos días me estoy dando cuenta de lo inútil que resulta la semántica. De lo poco que importa lo que signifiquen las palabras. Cada vez me dicen menos los conceptos más grandes. Dios es inalcanzable. El amor, una entelequia absurda generalmente. La muerte, algo tan aparentemente lejano y tan cercano en la que casi nadie (menos en estos tiempos que corren) quiere pensar.

Tenemos la absurda manía de calificarnos y de calificar. De describir todo lo que nos rodea mediante conceptos que asimilamos como el que pone precio a la vida. Las cosas verdaderamente importantes, es curioso, no tienen patria ni dueño. Por eso, se escapan a las etiquetas.

Sentir es lo más importante de la vida. Uno sabe que ha vivido porque es capaz de hacer cosas por otra persona, al margen de lo que vaya a recibir a cambio. Y nunca, jamás, se ha de arrepentir por haber actuado conforme a una buena intención (siempre, eso sí, que no sea consciente de lo absurdo de su esfuerzo). Nadie puede contabilizar lo que quiere (póngame cuarto y mitad de cariño). Ni siquiera el sexo es susceptible de ser tasado, porque lo que para uno es un coito de estremecerse, para su pareja tramposa que finge pudo haber sido una tortura entre sábanas.

Librándonos de tanta etiqueta, supongo, seremos más felices. El problema es que saber lo que se es o lo que se tiene tranquiliza. Descarga la infinita presión de la soledad y alivia todos nuestros anhelos sociales. Los que conciernen a la parte más miedosa de nuestra personalidad.

Los animales son inmortales porque no saben lo que es la muerte. Seamos animales y no nos obsesionemos con medir la vida. Vivamos bien, simplemente.

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